lunes, 20 de octubre de 2008

Pese a quien le pese

Me retiraba a mi casa la tarde del jueves cuando primero mi mama por el teléfono y luego la radio, me pusieron al tanto de lo que parecía ser una broma, un muy adelantado chascarrillo digno del día de los inocentes: Magaly Medina seria llevada al penal de Chorrillos, condenada a 5 meses de prisión efectiva. Debo confesar que no estaba muy enterado respecto al juicio que Paolo Guerrero, le había entablado, pero si tengo que creerle a alguno de los dos elijo creerle a Magaly por muchas razones, pero principalmente porque un tipo que seduce a cuanto jovencito pasa por sus manos en los camerinos de menores de Alianza Lima y al mismo tiempo jura heterosexualidad, no me merece ni la mas mínima credibilidad.

Mi abuelita Josefina, tiene un juicio por los terrenos de su casa en el Cusco por más de 30 años. Este juicio de mierda no solo se ha llevado los mejores años de su vida, sino que ha puesto a toda mi familia en aprietos económicos y emocionales casi durante toda mi vida. Apelación tras apelación, audiencia tras audiencia, mi abue ha desarrollado todo un séptimo sentido propio para lidiar con los abogados y con los jueces y nunca recuerdo haber escuchado una sentencia. Los pobres mortales, que no jugamos en el Hamburgo ni salimos con modelitos, de pantalla pero modelitos al fin, tenemos que esperar la justicia a cuentagotas, mientras que Paolin lin lin tiene lista su sentencia en menos de un año. Lo felicito, carajo. Quien como el.

De mas estaría hablar ahora de las irregularidades en la sentencia: la inexistente figura de la reincidencia, que sean solo 5 meses, que Ney Guerrero este metido, cuando todos sabemos que es Cesar Lengua el que dirige la revista de Magaly… tantas cosas. Lo importante es hacer hincapié en un detalle que ha pasado casi desapercibido: si Magaly Medina esta en la cárcel por decir que Paolo Guerrero no estuvo en la concentración… ¿se imaginan lo que le espera a quienes hablemos de gente importante? Que nos espera a quienes digamos que Alan robó todo lo que quiso y no podamos probarlo? ¿Qué les pasara a quienes no puedan mostrar la cola ni los bigotes de la rata de Romulo Leon?
¿Que nos pasara a quienes sabemos que Fujimori mando las matanzas de barrios altos y la cantuta y no podemos probarlo?

La nota graciosa por supuesto la han puesto los diversos personajes de nuestra televisión local, que ahora si son personajes públicos para opinar pero no son personajes públicos para enfrentar el hecho de llevar una vida publica: la sarta de supuestas estrellas que en realidad no le han empatado a nadie en su puta vida: la insoportable Monica Cabrejos, Cesar Ritter, que se alucina pastor evangelico o filosofo de esquina cuando habla ¿Qué mierda tiene?, el ebrio malaspectoso de Lucho Caceres, la piraña de Mariella Zaneti, y el estafador de Efraín Aguilar, y por supuesto las putas peruanas más conocidas: Monica Adaro y Yesabella. El más gracioso de todos sin embargo fue Beto Ortiz y el adorno ese que tiene en su set , el tal Miyashiro, que ha salido a destrozar a Magaly de la forma en que ha podido: no te canses Beto, Paolo no te va a dar bola nunca, no le gustan los tíos, y tu ya estas bien tío, sorry.

Solo me queda decir que con todo lo que Magaly ha pasado en la vida, estar en la cárcel será como un recreo, ella no me preocupa, es una mujer fuerte: volverá a la TV cuando salga, volverá más fuerte, con más apoyo de la gente y con más billete, por que de hecho más de un libro escribirá. Queda decir que no se puede tapar el sol con un dedo y esa boquita que tiene Magaly no se calla con una sola mano, menos la mano rota de una jueza y mucho menos la de un futbolista, que, aceptémoslo, tampoco le ha empatado a nadie en la vida.

sábado, 18 de octubre de 2008

Una crueldad estupida

Lima, Agosto de 2008.


Cuando tu amor se acabo tuve la suerte de poder odiarte. Bien dicen que del odio al amor hay un paso, porque fue ése mismo paso, el que di para sobrevivir a nuestro fin.
Por supuesto que extrañe salir del baño y no verte viendo tele sin ropa en la cama, nuestros almuerzos en Wong o nuestros cafecitos en Sarcletti; extrañe, de hecho, mucho mas que eso. Te odie y estoy agradecido de que así lo permitieras, porque me ayudaste con este proceso horrible de olvidarte de alguien.

Cuando tu amor se acabo llore como niño. Con ahogos, así como la chilindrina. Llore y vi mil y un veces nuestras fotos juntos, tu espacio vacío en mi cama y por supuesto pase horas mirando el celular esperando tu llamada, contestándole mal a medio mundo por el solo hecho de no ser tu al otro lado de la línea. Lloré y te insulte aquella noche en que me restregaste tu indiferencia en la cara.

Una mañana desperté con los ojos hinchados y me di cuenta de que ya era demasiado y tome la firme decisión de eliminar de mi humilde morada cualquier cosa que pudiera recordarme tu existencia. El “astro” de peluche lo metí en una maleta, el póster de Shakira lo enrolle y aun yace bajo mi cama, tus fotos las puse en una recovecosa carpeta de la unidad D. El CD en el que estaban todas las canciones patéticas que escuchábamos juntos (sí, la de el cuchillo en la mantequilla también), lo rompí y lo tire a la basura, junto con nuestra cinta porno hecha en casa; y tu botellita de whisky la tire contra uno de los muros del tren eléctrico.

Fue todo por las puras huevas. Entonces alguien me sugirió: “Estas cagao no puedes seguir así, un clavo saca otro clavo” y tuve una aventurilla de la que quisiera haberme olvidado. Tampoco sirvió.

Decidí entonces que no pasaría más tiempo en casa por que habíamos pasado mucho tiempo allí y salí a huevear para no deprimirme. Salí y pase por la esquina en la que te vi por primera vez, y pase por la vereda en la que desde el balcón te veía llegar en las mañanas. Pase por un Starbucks y por el cerrito ese en Surco en el que nos besábamos y por el cafecito aquel de Miraflores en el que nos hicieron chongo por el billete de cien cocos. Pase también por el barcito ese de la primera chela juntos y por el hotelito ese al que alguna vez fuimos, si al de Marsano con Villarán. No sirvió por que todo afuera también me recordaba a ti.

Luego hice honor a la frase que indica que el alcohol ahoga las penas. Me la pegue con todos quienes quisieran pegársela conmigo. Con mis amigos cercanos, con amigos nuevos, con la gente de la u, con los primos, con todos, absolutamente con todos y lo único que conseguí fue ponerme peor del hígado y hacerte la maldita llamada de las cuatro de la mañana, que seguro recuerdas bien, en la que ni siquiera digo nada, solo respiro agitado mientras camino, ebrio y besando una botella de vodka, el camino en el que antes te besaba y recorría contigo desde la calle hasta mi cama.

Luego vi en una película una frase que de hecho había escuchado antes. “Señor dame la fuerza para cambiar las cosas que puedo cambiar y para aceptar las que no puedo cambiar y la sabiduría para diferenciarlas” o algo así…es algo conocida creo. Y me di cuenta de que no podía cambiar el hecho de que tú ya no me quisieras. Podía yo morir llamándote y rogándote para volver y aun así tu no hubieras cambiado de opinión.
Entonces me vi frente a dos opciones: podía estancarme en la depresión y seguir extrañándote hasta con el paso de la mosca, o podía tomar la firme decisión de olvidarme de ti, de sacarte de mi corazón, como se dice oficialmente en el argot del amor y sus business.

Fue difícil, tomo su tiempo y sus sacrificios y alguno que otro lloriqueo. Odiarte me ayudo. Sí te odie mucho tiempo. Es una técnica de autodefensa, ¿que puedo hacer yo? Pero cuando el dolor pasa el odio también se va y vuelven los recuerdos bonitos y uno se va quedando con lo positivo del recuerdo. Ocurre lo que explica Gabriel García Márquez, eso de que la memoria selecciona los mejores recuerdos para que uno pueda lidiar con su pasado.

Y finalmente se logra. Cuando te das cuenta ya no te acuerdas ni con rabia ni con odio de esa persona a la que amaste. Es más, el recuerdo surge y hasta te esboza una sonrisa sincera.

Una sonrisa que es impensable cuando estas escuchando el “terminamos”.Que es poco probable cuando alguien te dice “démonos un tiempo”. Una sonrisa que no tuve que fingir. Así es, haberte odiado en un momento me permite sonreír al recordarte hoy; y te agradezco, no por el floro de que me hiciste mas fuerte, o por que ahora se de que cosas me puedo recuperar, no. te agradezco en serio por que al arrojarme fuera de tu vida no cometiste la crueldad estúpida de decirme “quedemos como amigos” y no tuve que fingir sonrisas, ni falsear encuentros, ni tartamudear un “cuídate” al despedirnos. Gracias por haberme dejado odiarte por que esta sonrisa así nomás nadie me la quita.